Artículo de opinión acerca de "medidas disciplinarias a menores ante ataques contra la propiedad pública."
Muchos, y cada vez menos ajenos a uno mismo son los ataques de menores contra la propiedad pública. En épocas pasadas, estas pequeñas y mansas fieras no tenían más remedio que guardar su humilde silencio entre las rejas de una jaula construida a base de miedo a la autoridad, y las consecuencias que podía traer consigo el mínimo intento de atacarla.
Sin embargo, desde que los adolescentes saben que por el mero hecho de ser menores tienen derechos y leyes que los protegen, han decidido rebelarse. Para ello, optan por intentar destrozar edificios públicos, con el fin de desautorizar a la mismísima autoridad, y de paso, desatar su incontrolable ira. Para entonces, la antes mansa fiera ya ha sacado sus garras y hecho añicos la jaula que silenciaba su voz.

El problema llega cuando, una vez empezado el juego, y con la ficha en la casilla de salida, nadie quiere tirar el dado para moverla. Padres y educadores se limitan a discutir sobre quién debe impartir disciplina y educación.
Los padres, con todo su amor, optan por proteger a sus niños, mientras las instituciones deciden dejar la ficha en la casilla de salida, a veces, por unos cuantos días.
No obstante, nadie tiene en cuenta que, a lo mejor no es disciplina, es decir, acatar las normas impuestas, lo que necesitan estos jóvenes. Quizás tan sólo necesiten valores éticos y morales, además de una pequeña ayuda para abrir los ojos, y sobre todo, la mente para que se den cuenta de que, como menores, a parte de derechos y protección, también tienen deberes. Así como el derecho de deber mostrar su desacuerdo cuando sea necesario, de una manera viable. Pero, si nadie tira el dado, la ficha seguirá en la casilla de salida y jamás podrá llegar a la meta.